jueves, 17 de noviembre de 2011

Mbuyi Kabunda: “La democratización queda por hacer”


Asistir a una sesión del profesor Mbuyi Kabunda es como vivir un auténtico tsunami. Sin esperarlo, de manera inopinada llega una muralla de información que lo arrasa todo. Cuando el agua (o en este caso la información) se retira, uno se da cuenta de que todos sus prejuicios y sus ideas preconcebidas han quedado en ruinas y que ha llegado el momento de la reconstrucción. Para esta operación cuenta con los materiales que ha arrastrado la marea. Así fue la sesión sobre “Situació política actual a l’Àfrica Negra” que impartió en el Curs “Àfrica Sudsahariana. Especificitats culturals idesenvolupament” organizado por el Centre d’Estudis Africans i Interculturals en colaboración con la Facultad de Humanidades de la UPF.

La del profesor Kabunda es una ola gigante, pero no sólo de información, sino también de interpretación autorizada porque se basa en el conocimiento que da la investigación pero también la experiencia. Se trata de una opinión sensata y comedida porque se sitúa en lo que el mismo profesor llama el Afrorrealismo, una posición intermedia, intencionadamente equidistante entre el Afropesimismo “cínico y con tintes racistas”, según el propio Kabunda que insiste en los fracasos de África y los africanos; y el Afrooptimismo, una visión idealizada y excesivamente positiva de la sociedad africana. “Ni todo es malo, ni todo es bueno. No hay que cambiar la lente para analizar los problemas de África”, advirtió el profesor.
Kabunda anunció que hablaría sobre el modelo de Estado africano, sobre la cuestión de la construcción nacional y las diferencias étnicas, sobre los conflictos y también sobre las soluciones. Y los asistentes a su ponencia se encontraron con un recorrido histórico completo, perlado de interpretaciones políticas y filosóficas y aderezado con una actitud crítica y constructiva, tanto hacia el papel de occidente como hacia el rol de los propios africanos.
Del proceso de descolonización, el profesor Kabunda extrae una conclusión sencilla: se debió a causas externas, pero también interna. Con tono irónico, el experto congolés señalaba: “A menudo se dice que nosotros no hicimos nada. ¡Ja!”. Y recordaba los movimientos intelectuales, culturales y sindicales que dieron forma y contenido al nacionalismo africano (desde el etiopianismo hasta el panafricanismo o la negritud, pasando por reivindicaciones como la igualdad de salarios. “Por el mismo salario el blanquito cobraba cien veces más que el negrito”, advirtió”).
De los primeros gobiernos independientes, destacó la voluntad de sus líderes de “apropiarse del poder político y con él de los recursos económicos, apoyándose en una red de clientelas”. Este es el origen de una conflictividad intercomunitaria de fatales consecuencias, sobre todo en términos de represión.
También tuvo críticas para el régimen de partido único que se impuso tras los primeros modelos de pluralismo liberal impuestos por las independencias. “Se acabó el desorden”, señaló en referencia a la primera época de enfrentamientos locales, “los hermanitos pretorianos han llegado”. Y así fue como, según Kabunda, la “trinidad” formada por militares, intelectuales y funcionarios confiscaron el poder en su provecho. El balance de este periodo es “catastrófico” en palabras del profesor congolés: “ni lucharon contra el neocolonialismo ni potenciaron el desarrollo económico y violaron sistemáticamente los derechos humanos”.
Las décadas de los años 80 y 90 llevaron a África el proceso de democratización, de la mano del final de la Guerra Fría, los gobiernos occidentales y las instituciones económicas internacionales impusieron una receta mágica (y ficticia): partido único = dictadura; multipartidismo = democracia.
Pero esta simple ecuación no cuenta con una variable, la posibilidad de que sólo cambien las formas, de que los dictadores sigan controlando el aparato del Estado, de que en unas elecciones formales haya alternancia, pero no alternativas. Ésta no es sino una consecuencia de la imposición de un modelo ajeno, de la fiebre por capturar la imagen de individuos introduciendo un voto en una urna sin haber trabajado la cultura democrática. “Ni el desarrollo ni la democracia son productos que se puedan importar y exportar, deben nacer en el propio territorio”, alertó Kabunda. De ahí que el balance, la conclusión sea que “la democratización queda por hacer, porque se ha limitado a un mimetismo de la democracia occidental, perdiendo de vista que en occidente vino de proceso histórico de encuentros y desencuentros y de conflictos”.
En medio de toda esta crítica se alza un faro, Kabunda rescató un elemento, la sociedad civil “aparecida durante el proceso de democratización y que cada vez es más dinámica y luchado, que es la que pone límites al poder”. Esta sociedad civil, no ha surgido de la nada, desde la interpretación de este experto congoleño, se arraiga en “la cultura de resistencia de la sociedad africana que le permitió sobrevivir a la esclavitud, a la colonización, al neocolonialismo y a la dictadura”. Esta sociedad civil es además una pieza clave en la resolución de los conflictos (porque conoce sus causas profundas y porque tiene herramientas tradicionales de resolución no traumáticas), en la que además deberían implicarse las organizaciones internacionales, los estados, los medios de comunicación y las ONG, para completar “la estrella de la paz”.
Así terminó Mbuyi Kabunda su intervención, con una nota positiva, optimista y constructiva.

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